Deporte y política
Cuando pequeño era un ferviente hincha blanquiazul, un intrépido fanático que se trepaba al primer bus con dirección al estadio. Sin un sol en el bolsillo y miles de emociones latiéndome por ver al equipo de la Victoria, llegaba incluso a pedir unos soles “prestados” en las afueras de los recintos con tal de entrar al Matute o al Nacional. Aunque nunca llegué a viajar a provincia para ver al Alianza jugar, tengo la seguridad que fui un hincha de día y noche.
¿Pero a qué viene toda esta nostalgia futbolera? Bueno, más allá que de ese chiquillo que era un dolor de cabeza para su familia por sus escapadas improvisadas rumbo a un clásico, ya no queda nada, y que hoy el balompié, más aún si es de casa, me es indiferente, por la predecible mediocridad de la mayoría de nuestros equipos, camuflada por todos esos ilusionistas que se hacen ricos vendiendo falsas estrellas, he llegado a la conclusión de que no hay deporte más extremo y alucinante que la política.
Me explico, y es que si uno se pone a ver la política como una mezcla de divertimento salpicado con seriedad, de verdad que, bueno al menos yo, hay pan para rato.
La cosa que este descubrimiento lo he tenido más claro los últimos meses mirando entrevistas y ampayes rochosos, tanto en la tele como en los periódicos. Y es que si uno en la política, como en un triller, se pone a mirar cómo algunos padres de la patria hacen una defensa todo terreno, para salvarse el pellejo de sus fechorías, realmente, que es una marimba prodigiosa que no tiene nada que envidiarle a un Messi.
Es alucinante la técnica que utilizan. Con buenos resultados algunos, nuestros supuestos representantes recurren para sacarse el peso de las coimas y demás, al mejor estilo del jiu-jitsu, esa técnica marcial que utiliza la fuerza del otro para defenderse.
Y claro, como en todo deporte, hay estrellas, estrellados y mega estrellas innatas en el arte del cojudeo y la victimización, a la hora de enfrentarse a las leyes.
Por ejemplo, un bien merecido estrellado es el señor Urtecho; que bárbaro para disfrazarse de legislador y ser imagen perfecta de la víctima, para terminar inhabilitado por piraña roba- sueldo.
No se vaya a ver este pequeño escrito como un elogio a ciertos caraduras que se ponen el pasamontañas de políticos, pero tienen la moral de Pedrito Navaja.
Pero siguiendo con nuestro escalafón de “talentos” para soplarse todo el roche, inevitablemente la figura casi oceánica de míster García se lleva la de todos. Qué bestia, qué tal driblee para hacer magistrales jugarretas; todo un poeta de la política peruana; que tales versos a la hora de la defensa. Y así no tenga un doctorado, es todo un magíster en la política entendida al revés.